De intercambio en Madrid

Las aventuras de un SICUE gallego en la Villa y Corte

27.2.07

Desiertos en verde y oro


Otro de los acontecimientos botánicos que marca de forma más significativa el fin del invierno es la floración de las mimosas Acacia dealbata. Sin embargo, el ver cómo cada febrero más y más hectáreas de monte desaparecen bajo el manto embriagadoramente fragante de millones de flores color amarillo limón no es algo que me llene de alegría, si no más bien todo lo contrario. Porque la mimosa es uno de los jinetes que asolan las tierras gallegas, sólo superado en perniciosidad por su aliado el fuego.
Bajo el disfraz de inocencia que le ofrecen sus hojas divididas mil y un millón de veces, que se agitan con la brisa más ligera vistiendo al árbol de novia al mostrar su envés plateado, la mimosa es un guerrero nato. Sus raíces se extienden como un tapiz que cubre todo el suelo alrededor del tronco, emitiendo nuevos plantones cada poco y liberando sustancias tóxicas que inhiben el crecimiento de otras especies. Sus semillas son muy duras y resisten muchos años vivas en el suelo. No hay ninguna clase de animal que se alimente de ella, por lo que los bosques de mimosa se convierten en desiertos faunísticos.
El único límite a su expansión en las zonas templadas lo constituye la sombra de árboles mayores, bajo la que no puede prosperar. Pero no hay problema; cada año el fuego libera más y más terreno de sombra, terreno que es rápidamente colonizado por una especie que rebrota sin problemas desde la raíz después de quemarse la parte aérea y con semillas que se activan masivamente con el calor...

Un desierto verde y amarillo... ¡Y pensar que hasta le hemos dedicado una fiesta!

1 comentarios:

At 17:32, Anonymous Anónimo said...

hola soy david, tengo una mimosa en el patio y queria saber si ese arbol hay que podarlo y cuando en el caso...muchas gracias por tu informacion

 

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