De intercambio en Madrid

Las aventuras de un SICUE gallego en la Villa y Corte

18.4.07

Daimiel


Rayando el domingo, Javi, Vero y el que escribe ya estábamos camino del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real). Llegando al desvío hacia el parque, en Puerto Lápice, mis primeros molinos quijotescos nos saludaban con sus cuatro brazos desde lo alto de una loma, prometiéndonos bajo el sol primaveral que, pese a los malos augurios de deterioro de la zona, íbamos a disfrutar de una jornada inolvidable.
Y no nos engañaron, no. En verdad las Tablas están muy tocadas, sin agua, debido a los absurdos regadíos que lo circundan y que se beben el agua del subsuelo, de forma que la poca agua que queda (un 1% y que además es de mentira, porque proviene del trasvase Tajo-Segura) es cada vez más salobre y está más contaminada. Pero la primavera aprieta, y entre las especies reproductoras y las que se encontraban en migración hacia el norte el parque bullía de bicherío decidido a no extinguirse así como así. Parecía difícil igualar las 14 de Elche, pero así ha sido. Además, todas bien vistas, de forma que no sería capaz de decir ahora cuál me ha gustado más... Aunque el macho de escribano palustre íberooriental Emberiza schoeniclus whiterby que se intuye en la foto tiene todas las papeletas, por pertenecer además a una subespecie propia de nuestro país y en vías de desaparición.
Después de comer nos acercamos a Alcázar de San Juan, donde hay tres de las muchas lagunas que forman lo que se conoce como “la Mancha húmeda”. Y aquello fue apoteósico... Parecía que estábamos en un zoo; había de todo y en cantidad. El cielo se encapotaba por momentos y una repentina tormenta acabó por enviarnos de vuelta a Madrid.
En fin, un día para recordar durante mucho tiempo. Más que Tablas, yo creo que ganamos...