Menos da una piedra...
Todavía no tenemos piso, pero por lo menos ya tengo una habitación. Ante lo improbable que se presentaba el encontrar un alojamiento adecuado para los dos a corto plazo, he optado por alquilar una habitación en un piso aquí al lado, para por lo menos sacarme esa preocupación de encima mientras no aparezca algo mejor. Mi nueva casera, Doña Lola (que es una vieja de una fealdad benévola; toda pintarrajeada, reteñida y con la piel llena de manchas), se ha hartado de darme coba, diciéndome lo mayor, majo, guapo y responsable que parecía, de punta en blanco, con la camisa bien planchadita... Como si no me diese cuenta de que lo que le interesaba era llenar la habitación; aunque a nadie le amarga un dulce. Hay otros dos inquilinos que aún no he visto, a ver qué tal...
Por cierto, que con tantas cosas como tengo que contar casi se me olvida lo más importante: ¡¡¡El jueves me voy a mi primer congreso!!!
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