No hay prisa
Esta entrada corresponde cómo no al lunes, pero qué queréis, cosas de la vida...
Salí de casa tranquilamente por la mañana para encontrarme con Mª Teresa González Jaén, la Vicedecana encargada de los alumnos de intercambio (la Cory de Madrid, vamos). Llegué sin prisa a la facultad, y tras preguntarle a la conserje dónde estaba su despacho, me señaló una cola de gente que salía por una puerta. Por lo visto medio Madrid había decidido que aquella bonita mañana era el momento ideal para hilar hebra con la tía... Algunas hroas más tarde, cerca de la una, salió para pedir que sólo los que tuviesen un problema superurgente fueran a hablar con ella, que se tenía que ir. Y como lo mío no entra dentro de esa categoría pues me fui; no hay prisa.
Por la tarde, tras decepcionarme viendo cómo una enorme lista de pisos para ver iba siendo tachada porque otros habían sido más rápidos, salí a patear Arapiles y Argüelles en busca de anuncios en los portales. Me llamó la atención ver la cantidad de vagabundos que, con la inseparable botella al lado, se sentaban a ver pasar el tiempo en los bancos de las calles. También me sorprendió la cantidad de edificios que tienen portero, también de pie fumando delante de los portales, mirando sin ver al vagabundo del banco que tienen delante, o directamente de tertulia con él... ¿quién dijo que en las grandes ciudades la gente iba corriendo de un sitio a otro? Aquí nadie parece tener prisa; yo tampoco.
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