Comedias divinas y humanas
Llevaba ya días con el bicho en el cuerpo, y por fin ayer volví a casa, después de la que ha sido mi estancia más larga al otro lado del telón de grelos. El viaje en el autobús fue sencillamente un tormento infernal, no sólo por su duración (nueve horas teóricas que resultaron ser diez, con una única parada de ¡20 minutos! en Ponferrada), si no porque la calefacción le hacía sentirse a uno realmente en las calderas de Pedro Botero. Por suerte me encontré con un amigo de Coruña que hacía años que no veía y que también está estudiando en Madrid, así que hablando con él el viaje se me hizo algo más llevadero. Ya por la tarde, la luz crepuscular iluminaba tenuemente las laderas de los Ancares, erguidos como centinelas de Galicia, barreras frente a la vegetación mediterrána y tantas otras cosas de las que nos han aislado. Y pasé así, como Dante, del Infierno al Cielo...
Total, que gracias a la hora extra con la que ALSA decidió agasajarnos, me perdí el comienzo de la fiesta de Navidad para (ex)residentes, familias, amigos y vecinos de La Estila. El comienzo de dicha fiesta fue la aplaudida representación del opúsculo de Alejandro Casona Farsa y justicia del corregidor, que el grupo de teatro del Colegio Mayor llevaba preparando desde octubre. Hubo después una Misa para las familias, en medio de la cual realicé mi entrada triunfal en la capilla para ir a sentarme en el primer banco (porque no había más sitios libres, y menuda vergüenza que pasé...). Después cena y villancicos.
Pude reencontrarme con dos de los mejores amigos que he dejado aquí: Raúl, el Erasmus de Azores; y Jesús, en un tris de irse a Londres (vaya, que lo de que los he dejado aquí es un decir), y con muchos otros que ya tenía ganas de ver otra vez. Con ellos dos (y con Cris, la novia de Raúl) salí después a dar una vuelta, en lo que se podría calificar como la primera noche "que salgo realmente" de mi vida. Ha sido muy reconfortante el ver que no me he perdido nada en estos 23 años, así que me alegré de veras al volver a acostarme en mi querida C-7 de la tercera planta del Mayor, para dormir a pierna suelta... durante tres horas. Que hoy ha sido un día muy largo. Tanto, que lo dejo para mañana.
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