Elevad, presto, San Félix...
9:00 AM. Estaba remoloneando en la cama esperando a escuchar las campanadas del carrillón para levantarme, cuando lo que escuché fue el estruendo de los primeros foghetes del día. Y al rato la banda municipal de Xinzo de Limia, de la que es primer trompeta (por decir algo) el alcalde de aquí, comenzaba el pasacalles.
No sé a qué pretérito párroco de Vilar de Barrio ni con qué motivo se le ocurriría escoger como patrón al mártir San Félix de Gerona (Fiz, en gallego); pero en fin, así es. Amaneció despejado, pero poco a poco se fue cubriendo el cielo, hasta que a las once se puso a llover: “E il salirá a procesión?” “Ai, non che sei...” Pero salió, claro que salió; a las 11:59 dejó de llover. No es que sea el milagro de San Apapurcio, pero para el día del Patrón tampoco está tan mal... Tres monaguillos, ojerosos de las largas noches de verbena; siete curas (nunca tal se vira!); la pobre talla de San Fiz, que tantas procesiones ha sufrido ya, escorando peligrosamente cada vez que entraba en el turno de andas algún paisano más bajito de los demás; la banda; y el pueblo. En el recorrido de la procesión por la aldea hay un punto en el que se vuelve a pasar muy cerca de la iglesia, momento que aprovechan las mujeres menos "comprometidas con la causa" para atajar e ir cogiendo sitio; mientras, las doctoras de la ley las miran de reojo con cierto desprecio, que no oculta el que desearían hacer ellas lo mismo.
Fin del recorrido. Para entonces los pocos peregrinos que han ido llegando durante la mañana a la aldea por la Vía de la Plata ya han llenado una tarjeta de memoria de instantáneas de esta escena supongo que para muchos sacada de una antigua novela. Entra el santo en la iglesia; “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo...”; el Cielo baja a la Tierra; comienza la Misa...
Y después saludos, besos; parte de nacimientos, bodas y defunciones desde cada ciudad, cada rincón del mundo desde el que ha vuelto un emigrante a pasar las vacaciones; vermú en el café, escuchar a la banda tocar en la plaza, vermú otra vez en casa con los invitados que han ido llegando, comida; arreglar el mundo de sobremesa mientras el niño recoge, friega y barre (me quejaré, para una vez al año que me toca...). Y de noche, esta noche, verbena. “El de los ojos negros me tiene locaa...”
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